Iluminación 101: Color, intensidad y control

La luz puede parecer bastante compleja. Después de todo, su velocidad (hasta donde sabemos) es una constante universal de la física, su energía es lo que alimenta la mayor parte de la vida en nuestro planeta, e incluso su nombre se utiliza a menudo como descriptor de cosas buenas, bellas y deseables. Y, por si fuera poco, se clasifica como partícula Y como onda.

Para convencernos de que no somos unos frikis de la iluminación, nos centraremos en lo que creemos: que una iluminación adecuada hace que el mundo sea más bello, que se trabaje mejor y que se viva mejor. Es algo fundamental que tiene el poder de calmar, vigorizar e inspirar. Y sabemos que no se trata sólo del objeto que crea la luz, sino de cómo nos hace sentir esa luz. Por eso es tan importante conocer bien los fundamentos de la iluminación a la hora de diseñar cualquier espacio.

Nos hemos tomado la libertad de dividir las cosas en tres categorías fáciles de recordar: Color, Intensidad y Controles.

COLOR

Toda luz tiene un color, incluso la que normalmente consideramos "blanca". El aspecto de esa luz blanca se denomina comúnmente "temperatura de color" y se mide en grados Kelvin (K) en una escala de 1.000 a 10.000. 

Normalmente, las temperaturas Kelvin para aplicaciones de iluminación comercial y residencial se sitúan en una escala de 2000K a 6500K. Las temperaturas más bajas tienden a ser más rojizas y doradas, mientras que las temperaturas más altas tienden a ser más blancas y azules. Piense que es como una llama: las llamas más frías son naranjas, mientras que las más calientes arden azules.

Conocer la temperatura de color de una luz nos permite predecir la sensación de luz que producirá. Los diseñadores han descubierto que esto es de vital importancia porque el cuerpo humano está específicamente sintonizado para responder al color de la luz basándose en nuestra fuente de luz más antigua, el sol. La luz suave y dorada del amanecer nos dice que nos despertemos, el blanco azulado intenso del sol de la tarde activa nuestro estado de máxima alerta, y el florecimiento del naranja y el rojo con la puesta de sol nos ayuda a relajarnos y prepararnos para dormir.

De hecho, hemos visto a gente que ha instalado bombillas blancas como la luz del día (5100K) en sus casas, para luego quejarse de que ahora sufren insomnio. Elegir el color de luz equivocado en casa puede tener algunos resultados sorprendentes, y no se trata solo de una iluminación poco favorecedora para tus cócteles.

INTENSIDAD

La intensidad de la luz, es decir, la luz que podemos ver, se mide en lúmenes. Cuanto mayor es la potencia en lúmenes, mayor es la cantidad de luz visible producida por una fuente en un segundo cualquiera. Esto es importante en iluminación porque nos permite determinar si estamos proporcionando suficiente luz para las actividades en un espacio, o si corremos el riesgo de abrumar con una salida excesiva. No sólo eso, sino que la intensidad de la luz, al igual que el color, afecta al cuerpo humano y a cómo se siente en un espacio. Una intensidad más alta genera alerta y energía, mientras que las intensidades más bajas tienden a calmar y relajar.

También es importante tener en cuenta que el número y la posición de las luces pueden influir en la percepción de la intensidad. Varias fuentes de luz a distintos niveles pueden distribuir uniformemente una intensidad de luz adecuada, mientras que una sola fuente, como una luz cenital, que produzca los mismos niveles de luz mensurables resulta dura y desagradable.

Por eso, la potencia de una bombilla o luminaria es sólo una parte de la ecuación. Si queremos crear espacios acogedores y habitables con una luz agradable y favorecedora, no solo hay que tener en cuenta la mayor potencia que podamos obtener.

CONTROL

Un control adecuado de la iluminación va mucho más allá de apagar y encender las luces. Incluye el nivel de luz producida, dónde se produce, con qué color y cuándo. Si no se piensa bien, no sólo se resiente el aspecto de un espacio, sino también cómo se sienten las personas en él.

Los controles más básicos utilizados en la mayoría de los espacios son los reguladores de intensidad, que normalmente sólo regulan la intensidad de la luz emitida. Los mandos a distancia son el siguiente paso, con controles inalámbricos que permiten manejar a distancia dispositivos específicos de iluminación o circulación de aire. Los controles basados en aplicaciones ofrecen una comodidad aún mayor, ya que permiten ajustar los niveles de luz y el color en dispositivos digitales portátiles, incluso desde fuera de casa. Los sistemas de asistentes digitales (como Alexa, Google Home o Homekit de Apple) permiten la máxima integración de los controles, vinculando varios tipos de dispositivos inteligentes de distintos fabricantes en una sola aplicación. Esto permite a los usuarios establecer rutinas diarias y comandos de voz para la iluminación.

Trabajar con un sentido básico de los fundamentos es el primer paso hacia el diseño de una gran iluminación para su espacio. Siempre hay otros factores, como la escala, el tipo de luminaria y los materiales. Aunque estos factores puedan parecer desalentadores, siempre estamos aquí para servirle de guía. Visite cualquiera de nuestras tres salas de exposición, o llámenos o envíenos un correo electrónico en cualquier momento. Estamos aquí para ayudarle a descubrir su estilo de iluminación.

A black and white lantern
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